Los experimentos psicológicos: Milgram

Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, llevo a cabo en la década de los 60 un experimento que trataba de explicar los aspectos morales de la obediencia a la autoridad. El experimento pretendía averiguar cuánto dolor era capaz de infligir una persona normal a otra simplemente por obedecer una orden dada.

A Milgram le surgió esta duda al ver el juicio de  Adolf Eichmann, teniente coronel nazi juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Eichmann, responsable de la solución final a los judíos (el genocidio sistemático de la población judía europea) alegó durante el juicio que actuó de esa forma porque cumplía órdenes.

La pregunta que trataba de resolver Milgram era: ¿puede un hombre normal  producir el dolor o la muerte a otras personas simplemente por obedecer órdenes? (Eichman  parecía un padre de familia normal que aseguraba no tener nada en contra  los judíos) ¿acaso no somos capaces de anteponer nuestros valores morales a la autoridad? Era una pregunta que todo el mundo se hacía tras descubrirse los campos de concentración nazis... ¿qué clase de monstruos eran los miembros del ejército alemán? ¿cómo podían actuar de esa forma tan salvaje? ¿eran unos sádicos psicópatas o por el contrario eran normales padres de familia sometidos a condiciones especiales?

Para comprobarlo Milgram diseñó un experimento cuyos resultados dejaron con la boca abierta a la comunidad científica y al público en general. Consistía en lo siguiente:

  • se buscaron voluntarios a través del periódico para un experimento sobre la capacidad de aprender, la memoria y el castigo (se ocultó el verdadero motivo del experimento, la obediencia)
  • se junta cada voluntario con otra persona, un actor cómplice del experimentador y se les sitúa en el imponente laboratorio de la prestigiosa Universidad de Yale
  • se les pide que cojan uno de los dos papeles de una caja, en los dos pone maestro de forma que el voluntario siempre será el maestro y el cómplice  dice haber sido designado como "alumno"
  • separa a uno del otro por un panel de cristal y atan al supuesto alumno a una especie de silla eléctrica.
  • se hace probar al "maestro" la silla y se le aplica una descarga para que compruebe lo dolorosa que puede llegar a ser.
  • Se sitúan en sus respectivos lugares y el maestro lee una serie de pares de palabras que el alumno debe memorizar.
  • luego el maestro leerá solo la primera palabra y el alumno deberá decir la palabra que le corresponde de 4 posibilidades que le da el maestro.
  • si falla el maestro le aplicará un descarga eléctrica de cada vez mayor intensidad, hasta 30 niveles

Muchos de los maestros que llegaban a dar descargas de 75 voltios querían parar al oír los gritos (fingidos) de dolor del alumno momento en el que un investigador con bata blanca decía fríamente: 

Continúe, por favor.
El experimento requiere que usted continúe.
Es absolutamente esencial que usted continúe.
Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.

En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios.

Aquí puedes ver partes del documento real del experimento (3:45 minutos):

Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios a pesar de los gritos de dolor, los lloros o las súplicas del alumno.

Aquí puedes ver la recreación que hizo Redes de este experimento (5:15 minutos):

Se hicieron otros experimentos parecidos y el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66%.

La explicación a tan desalentadores resultados es simple: el maestro no tiene sentimiento de culpabilidad porque cumple órdenes y atribuye la responsabilidad a quien le da esas órdenes. Asume el papel de mero ejecutor, de una "máquina" sin principios morales básicos.

La crueldad humana parece no tener límites y mas teniendo en cuenta que el hecho de que  un macaco se privará de comer si al accionar la palanca que le da acceso a la comida provoca descargas eléctricas dolorosas a otro. Así lo afirma el prestigioso biólogo y psicólogo Marc Hauser en el capítulo "Existe una moralidad innata" de Redes (minuto 8 y siguientes que puedes ver en rtve.a la carta)

¿Y tú? ¿Serías capaz de torturar a alguien si otra persona que ejerce un poder sobre ti te lo ordenase? Piénsalo.... porque lo que parece cierto es que  probablemente más del 60% de la población sí lo haría.

¡Alguno de vosotros incluso disfrutaría... jodidos locos!

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